viernes, 30 de julio de 2010

El límite de la belleza...


En la montaña,
en la mañana,
en el silencio sólo roto
por la cadena engrasada
que arranca un rumor sordo del asfalto,

pedaleo.

180 pulsaciones por minuto,
curva cerrada de herradura a la izquierda,
empapado en sudor bailo sobre la bicicleta y me integro,
con la respiración acompasada,
en el corazón de piedra del paisaje,
2.000 metros de altitud,
un mar de nubes a mis pies
y en la boca palpitando el sabor de la victoria.

Lejos, muy lejos, queda ahora la belleza artificial de los museos.

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